Soletura
- Libélula
- 16 mar 2024
- 1 Min. de lectura
Le temo al mar, que las olas arrastren mi voluntad de respirar,
que el viento desaparezca entre las nubes,
perderlo de vista como el último rastro del arrebol.
Caminaba descuidada en la alfombra de arena
salvaje a ratos, ajena al rugido salino.
Alejado el purpureo destello en la multitud,
la ventisca arrasó las raíces de mi letargo.
Derribarán las plazas, huirán los toros de los mataderos.
Derrumbarán las chozas, acallando los crujidos de lo vetusto.
Calendarios anacrónicos, brújulas infelices y radios piratas.
Espléndido delirio de fotografías, descoloridas reminiscencias
Letra a letra, escribo un pantano de incoherencias,
escaleras subterráneas conducen al laberinto de silencios.
Alejada de plañideras urbanas y bufones mediáticos,
caen lágrimas plásticas, emergen sonrisas metálicas.
El ojo del huracán arropa la esencia de mi libertad,
aspirando las amalgamas de fragancias de mi orfandad.
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