La brújula y el reloj

En la habitación a penumbras no existen las esferas,

sobre la mesa centellea un reloj,

el tic tac desentona con la quietud.

Despídete de la ciudad, el desierto que nos une

hoy se inunda en la ciénaga,

en el firmamento se obnubila Dios.

Los dolores que nos exprimen

son catástrofes mudas,

siempre se camina en dirección opuesta a la cura.

A veces, solo contemplo el horizonte,

escondida entre la línea del terreno,

y el derrumbe de mi estupor.

Inspirada mientras escucho: